El bullying no se da simplemente en un momento, evoluciona y tiene consecuencias nefastas, tanto a nivel emocional, como social. Algunas consecuencias pueden ser:
Problemas de salud mental: Ansiedad, depresión, baja autoestima.
Dificultades en la vida social: Pérdida de habilidades para relacionarse de manera saludable.
Efectos académicos: Bajos rendimientos y falta de motivación.
Riesgos de autolesiones o conductas violentas: La víctima podría presentar pensamientos autodestructivos, mientras que el agresor puede incurrir en conductas antisociales a largo plazo.
Cuando piensas en estas consecuencias empiezas a entender la importancia de promover la empatía y crear entornos seguros. La intervención temprana y la educación en valores son esenciales para prevenir y abordar el bullying.