Lamentablemente fui criada en una familia bastante disfuncional y sobretodo normalizadora de varios tipos de violencia. No me cuestioné muchos de ellos hasta que fui adolescente y esas violencias también empezaron a llegar a mi. En la medida en la que desafiaba estereotipos y tomaba desiciones que iban en contra de lo que se esperaba de mi, el violentómentro empezó a subir. Necesité tiempo, acompañamiento profesional y distancia para entender que había roles que mi familia había adoptado con los que yo no estaba de acuerdo y que podía yo comportarme de maneras distintas a ellos. Ha sido un proceso largo y aunque no soy la llamada a lograr que mi familia cuestione sus creencias, si soy la llamada a no perpetuarlas para las generaciones futuras.