La violencia de género, que lamentablemente presenciamos casi a diario, nos afecta a todas, todos y todes de manera directa. Aunque muchas veces parezca que, al intentar intervenir, otras personas prefieren ignorar la situación, es crucial que no desistamos. Si la persona víctima no acepta ayuda por miedo, nuestro deber es estar ahí para apoyarla, recordándole que no está sola. Es importante decirle con empatía: “Amiga, no estás sola” y, sobre todo, “Si te pega, no te ama”. Nuestra solidaridad y compromiso pueden marcar la diferencia en su vida.