Lamentablemente, he sido testigo de cómo esto que aquí se describe constituye un patrón que se repite en casi todos los casos de violencia de género. Siempre se parte de situaciones que parecen “inofensivas” o de actitudes que muchas veces hemos normalizado (los celos son el ejemplo más claro) y, a partir de ahí, la violencia va escalando hasta las manifestaciones físicas. Lo más triste es (si es que hay algo más triste y condenable) ver que esto se reproduce no solo en aquellos sectores de la población menos sensibilizados con estos temas, sino también entre los chicos más jóvenes, que reproducen modelos de comportamiento muy instalados en nuestras sociedades. Sin dudas, es muy necesario continuar impulsando la formación y sensibilización sobre estas cuestiones, no solo entre las mujeres, sino sobre todo entre los hombres.